viernes, 1 de abril de 2011

INSEGURIDAD NACIONAL

     Las nuevas instalaciones de la Secretaría de Seguridad Pública en Av. Constituyentes, a decir de quienes la han visitado, son impresionantes en cuanto a la ingeniería de la edificación como la tecnología aplicada a la información.  Se trata del área de "inteligencia" de la Nación, vinculada a otros centros de menos envergadura en varias partes del país y que facilitan el conocimiento de todos los acontecimientos de importancia para la Seguridad Nacional. Se trata de varios pisos subterráneos que albergan al personal y equipos necesarios para estar informados al momento de todo aquello que es preciso conocer para operar y proteger a los Mexicanos y el país donde viven de las amenazas a la seguridad ciudadana. Pude escuchar de un testigo directo, el asombro de los compañeros de su grupo invitados a conocer las instalaciones debido a lo sofisticado de los equipos usados, de las armas mostradas y los juguetes de guerra, como pelotas que después de ser lanzadas aterrizan y se acomodan automáticamente y ponen en funcionamiento una cámara de televisión capaz de captar los movimientos del enemigo. 
     Pero lo mas interesante, es el esquema estadístico que fue mostrado en forma de pirámide, con las diversas categorías que en su conjunto configuran las causas de la INSEGURIDAD.  Lo mas notable es que el Narcotráfico representa solamente un 7% como causa de inseguridad.  El resto son robos, asaltos, homicidios, secuestros, violaciones, etc.  Hubiera sido muy interesante conocer los porcentajes atribuídos a cada categoría, pero mi interlocutor no lo guardó en la memoria.
     Lo que de inmediato surge como un cuestionamiento obligado es lo siguiente:
     ¿Cómo es posible que un aparato de estado sea empleado con tanta fuerza, uso de recursos humanos y materiales y existan mas de 50.000 víctimas en una área que representa sólo el 7% de la inseguridad que todos los mexicanos padecemos?
     ¿Qué pasa entonces con el otro 93% de las causales de inseguridad colectiva?
    
     A más de 4 años de la llamada "Guerra del Narco", los mexicanos NO nos sentimos mas seguros, al contrario, nos sentimos más inseguros y con más miedo a ser víctimas del caos y violencia que se ha extendido a todas las regiones del país.  Sin embargo, escuchamos en los medios de comunicación colectiva las victorias que se están logrando con la captura y muerte de capos de los grupos traficantes de drogas que se hallan también en pugna entre sí.  Lo que captan los sentidos está en oposición con lo que se nos dice desde lo alto de la montaña.
     Al ser testigo de los resultados en la experiencia cotidiana de la inseguridad que nos amenaza, otra pregunta es obligada:
     ¿Ha sido realmente necesario sumir a la República en esta guerra, con todos los horrores que le acompañan?
     La herida que se ha causado es honda y dejará huella en los Mexicanos por mucho tiempo.  La pérdida de vidas de las familias, de las madres,  los padres,  los hermanos estará impactada por mas de dos generaciones.
     ¿Era necesario?

     Tal vez si.  Desde la óptica de las cúpulas. Desde una sóla y única visión personal.  Desde uno que preside y requiere a toda costa allegarse la legitimidad del cargo.  Después, desde los intereses de un vecino norteño que ha usado a los mexicanos y su suelo para sus prácticas de guerra, ensayando armamento y tácticas que sólo le importan a ellos.  Tercero para distraer, mediante el miedo y el terror, las conciencias de los Mexicanos de la verdad sobre la inseguridad, es decir, las raíces causales de la violencia existente.

     Una forma de vivir sustentada sobre el mercado, el consumo, un sistema financiero expoliador, que favorece a las empresas monopólicas, a los bancos, en contubernio con una clase política arruinada por la corrupción e impunidad, que facilita la acumulación de capital en manos de una docena de mexicanos a expensas de todos los demás, de la manera mas ostentosa y visible, donde las mayorías luchan para sobrevivir en niveles de pobreza extrema y de pobreza general, con todos los males que le acompañan, ES LA CAUSA REAL DE LA INSEGURIDAD.

     Pero a ninguno de ESOS mencionados de manera genérica, les interesa una transformación que amenazaría sus posiciones de privilegio y poder.  Hasta que la inseguridad les llegue a ellos.  Y puede ocurrir.

    
    

domingo, 27 de marzo de 2011

     En este mundo, vivimos en México.  Un país actualmente sumergido en una guerra absurda que posiblemente podría haberse evitado.

     Una fría mañana del invierno que recién hemos dejado atrás, recibí una llamada no muy común.  La voz era de una mujer que me suplicaba una cita para atenderla con cierta urgencia; su voz quebrantada me movió a convenir un encuentro al día siguiente por la mañana. 
     A la hora acordada, le dí la bienvenida a una señora de tez morena, alta, con las marcas de un gran sufrimiento en el rostro.  Después de presentarme y pedirle que me relatara el motivo de su visita, pude enterarme de que se trataba de una mujer de extracción humilde que había dejado su familia a los diez y seis años de edad, deslumbrada por las promesas de un jóven que le había ofrecido una mejor vida a la que hasta entonces había llevado.  De tlaxcala se habían mudado a la Ciudad de México, donde trabajó en el Mercado Central de Abastos, al lado de su pareja, en la compra venta y distribución de perecederos.  Así transcurrió un año hasta que se vió embarazada.  A la postre, el hombre desapareció dejando un cúmulo de deudas tras de sí. Viéndose sola, pudo colocarse como sirvienta en una casa adinerada de las Lomas de Chapultepec donde tuvo a su hijo, permaneciendo en esa casa, haciendo las funciones del servicio, hasta que el chico tuvo cinco años de edad.  Me relató que el dueño de la casa, esposo y padre de familia, la había violado un par de meses después de haber dado a luz y que había sido amenazada si revelaba algo.  De esta manera se vió doblegada a un doble servico, doméstico y sexual.  Ante una nueva oportunidad entró en una relación con otro individuo y en cuanto pudo, dejó atrás lo que habían sido cinco años de humillaciones y dependencia, para ir a vivir a Cuernavaca, en el estado de Morelos. Nunca supo a que se dedicaba su nueva pareja, pero pasaba de condiciones económicas de carencia a tener abundancia, para después nuevamente verse sumergida en la pobreza.  No pudo arraigarse ni tener estabilidad.  De Morelos, vivió en Guerrero, después en Sinaloa y finalmente en Cidad Juárez el último año.  Su hijo creció a su lado y participaba en todas las actividades que pudieran aportar una economía un tanto mejor. 
     En Ciudad Juárez, me relató que una patrulla levantó a su hijo de 24 años de edad y cuando lo vío nuevamente, en una plancha de acero, la cabeza y un brazo desde el hombro estaban separados del cuerpo.
Nunca entendió lo que ocurrió.  La pereja con quien vivía desapareció y nunca lo encontró.  Dos días después recibió un paquete y una nota, que se fuera de Juárez inmediatamente.  En el paquete había una suma considerable de dinero.
     Había llegado a la Ciudad de México, rentó un departamento y se fue sumiendo en el oscuro mundo de la depresión.
     Cuando la atendí, tenía diez semanas en la Ciudad.  Nunca supe de quién venía la recomendación de verme, porque no reconocí a quien la había referido.
     Apliqué un protocolo de neuroreguladores, propios para la depresión y le pedí un nuevo encuentro dos demanas después.  Nunca regresó.

     Se llemaba Ernestina.  Sé que la medicación, tomada apropiadamente mejoraría su condición.  El duelo tendría que pasarlo sin mi soporte profesional.  Y sé también que llevará durante toda su vida una huella imborrable de congoja y seguramente una ausencia de entendimiento de lo que realmente le pasó.

     El hijo de Ernestina es una de las 35.000 víctimas mortales de una decisión a todas luces equivocadas tomada desde la cúspide del poder.  Se suman mas de 18,000 desaparecidos.

     El rumbo de la Nación, en términos de salud colectiva, ha perdido completamente el rumbo.