viernes, 15 de abril de 2011

UN ESTADO FRACTURADO Y DESCOMPUESTO CAUSA DE VIOLENCIA

     Se nos ha hecho creer que la causa original de la violencia se halla vinculada al crimen organizado, en especial dirigido al narcotráfico.  La creciente presencia criminal y la brutal violencia existente halla sustento en la incapacidad del Estado para dirigir el rumbo de la Nación dentro de las necesidades humanas elementales de sustento sano que confieren el respeto y dignidad de la vida.
     Esta incapacidad del Estado, paulatinamente mas y mas degradado por su crónica disfuncionalidad, representado por una clase política igualmente degenerada e indigna, es la que ha favorecido la persistencia del antiguo andamiaje que diera base al partido dominante durante setenta años y que ahora detiene con alfileres al sector mas retrógrado e inhumano de la política de ultraderecha, fascistoide, que fomenta y facilita el sistema económico que hemos venido viviendo de capitalismo oligárquico, bendecido por el capitalismo de Estado y la pertinaz institución del pensamiento y prácticas neoliberales llevadas a extremos insostenibles ya, a mediano plazo.
La fallida Reforma del Estado, impide adelantar un modelo económico benéfico a todos los mexicanos.  Antes bien, favorece un sistema capitalista de complicidades, compadrazgos y en frenar la sana competencia.  Persiste la dominancia de grupos y privilegios que obstaculizan cualquier reforma que pudiera lesionar sus intereses, de manera que el territorio de la República se ha convertido en rehén con los millones de consumidores sin alternativas y sujetos a una persistente campaña de información engañosa, plagada de mentiras de los grupos privilegiados.  Es el Estado el que opera en el territorio de los favoritismos, de la entrega concesionada de bienes colectivos, de cambios en las regulaciones que protegen y favorecen a unos cuantos a cambio de que inviertan sus capitales.  De manera que los servidores públicos se han convertido en marionetas del poder monetario, representado por un capitalismo despojador que ha causado un empobrecimiento generalizado en el pueblo de México en contraste con una concentración de la riqueza obscena, descarada cuyo mas claro ejemplo es que en este país de 60% de pobres tenemos al individuo mas rico del mundo. Esta descripción de la manera en que opera el Estado bajo el capitalismo actual, es profundamente violento. La tutela complaciente de intereses privados del  Estado lo ha  fracturado y rebasado en su capacidad de dar rumbo y fijar las reglas claras de convivencia de la sociedad mexicana. 
     Tampoco es posible comprender el modelo económico bajo el cual vivimos sin entender las políticas económicas emanadas del país que emite la moneda de intercambio comercial global y las prácticas bancarias de Reserva Fraccionada que, sin la regulación indispensable, ha fomentado un sistema de deuda en lugar de un sistema de crédito, donde los Bancos dejaron de ser instituciones de vigilancia del ahorro y emisión de crédito para actividades económicas reales y sustentables y se convirtieron en verdaderos casinos, emitiendo toda clase de productos llamados “derivados” que colocaron en el mercado global y que no estaban respaldados por nada.  La crisis de los bienes raíces, primero en Estados Unidos y después en otros países, revirtieron la cadena y han llevado al mundo entero a una crisis de estancamiento e inflación que terminará por devaluar el poder adquisitivo del papel moneda de muchos países, que ya se observa en la escalada de precios de las materias primas, el petróleo y los alimentos.  México no está libre de esas repercusiones y bajo las distorsiones extremas de su economía y política:  sin crecimiento, sin oportunidades, con una banca trasnacional usurera, añadida la pobreza y la guerra, (veremos la suma de mas pobres, 5.5 millones mas este año y la carencia de empleo, según el reporte del BM), la descomposición será más alarmante.  Las condiciones están ya dadas para grandes expresiones indignadas de la sociedad, algunas nada gratas.
     Entonces, la situación política, económica y social de México ha entrado ya en un tobogán de complejidades que no podemos vislumbrar con cierta claridad lo que es necesario realizar para volver a dar rumbo correcto a la Nación.  El Estado está trabado en una guerra que ya no es posible detener sin que se pierda el control del territorio a manos del crimen organizado. Está atrapado en un entreguismo a los intereses de los Estados Unidos, que con el pretexto del narcoterrorismo logrará el control de las áreas estratégicas para operar lo que conviene a sus necesidades: una intervención más en la larga lista de intervenciones realizadas en América Latina y otras partes del mundo.  Menos puede poner el interés en cambiar el modelo económico, fábrica de pobres, de falta de vida digna, de frustración y violencia.
     Lo que en un principio se convirtió en una vía de legitimación de la Presidencia, puede volverse su tumba y no sólo política.  El clamor ciudadano de justicia, entre sus varias exigencias va poner nombre a los muertos y desaparecidos, les va a dar un lugar en la memoria colectiva y con ello va a establecer las condiciones necesarias para la investigación a fondo del doloroso desastre de una guerra innecesaria;  cuando eso ocurra, cuando las víctimas tengan identidad y la fuerza colectiva clame justicia sin retorno, el responsable principal será juzgado severamente, como ha ocurrido ya en muchos países donde los regidores de la impunidad han hallado en los tribunales, los castigos requeridos.
     Ya veremos.