La sorda obstinación y bloqueo definitivo que las autoridades sanitarias hicieron al proyecto de uso de células madre por nosotros en México, dejó una enseñanza acerca de las implicaciones políticas de su uso y no solamente las ético morales que hasta ese momento veníamos salvando paso a paso. La demostración del enorme beneficio de su uso fue entonces ya imposible en nuestro país. En paralelo observamos cómo en Tijuana, por ejemplo, proliferaban clínicas médicas que ofrecían toda suerte de curaciones para afecciones consideradas incurables y que contaban con los registros y licencia de operación otorgados por los mismos personajes en puestos burocráticos de la Secretaría de Salud: licenciados en leyes que nada saben de medicina y médicos de gris trayectoria con poder para decidir sobre asuntos vitales de salud.
En esas circunstancias, las clínicas de trasplante de células madre abiertas por nosotros en Praga y las Bahamas continuaron operando, pero fueron también cerradas, la primera por falta de recursos y la segunda por la interferencia de médicos que presionaron al Ministerio de Salud para revertir los permisos iniciales de operación. Mi socio, el Dr. William Rader se encontró de pronto debatiendo en los medios, desde Nueva York, la ola de opiniones controvertidas desatada por el empleo de células madre. Más tarde, hallamos una oportunidad en la República Dominicana y fue establecida una nueva clínica para el trasplante celular, en cuyo proyecto ya no participé, retornando a la práctica de la salud mental y recuperando el universo de pacientes que había sido necesario dejar a causa de ser pionero en nuestro país en los trasplantes celulares.
En el año de 2003, los avances en la investigación de células madre permitieron ir abandonando la fuente de células de embriones humanos provenientes de interrupciones del embarazo (práctica común de control natal en los países de Europa Oriental) y substituirla por células cultivadas in vitro.
No sabíamos de las investigaciones iniciadas en México por el Dr. Gerardo Martín González López que ha culminado con la obtención de linajes de células madre humanas perfectamente adecuadas para su uso en trasplantes llamados de Nivel III, para la regeneración orgánica. Las células madre embrionarias usadas, derivan de oocitos fertilizados in vitro, que han sido donados para investigación, con consentimiento informado del donador. No provienen de huevos fertilizados de la mujer. Tienen cuatro ó cinco días de edad, formando una esfera de células llamadas blastocistos de cuya masa interna se toman y cultivan células en cajas de cultivo. A su vez, de estos cultivos derivan nuevos, obteniendo así millones de células que se aplican en la terapia celular. Las células obtenidas son preservadas en medios que permiten su conservación a temperaturas de congelación. Estas células de origen embrionario humano son sometidas a numerosas pruebas que asegura su capacidad de crecimiento en los procesos de subcultivo y garantiza la auto renovación celular a largo plazo cuando se aplican a pacientes.
Actualmente es posible acceder a esta terapia celular en México. Comprenden líneas de regeneración general de huesos, cartílagos y músculos, de sangre y sistema inmune y de corazón y riñón. Líneas de regeneración interna para padecimientos relacionados al sistema endocrino, tiroides, ovarios y próstata; de páncreas, hígado y pulmones; estómago, vesícula e intestinos. Y líneas de regeneración externas y del sistema nervioso para el rejuvenecimiento de la piel, tratamiento del vitiligo y quemaduras; del cerebro, médula espinal y médula suprarrenal; y en padecimientos discapacitantes como alzheimer, parkinson, Autismo, esquizofrenia y otras.
Los pacientes se someten a un escrutinio general de sus órganos y sistemas por medio de un equipo de resonancia que establece el nivel de riesgo ó deterioro existente. Conforme a los resultados obtenidos y en conjunto con la historia clínica y estudios de gabinete, se preparan suspensiones celulares especiales para cada individuo en porcentajes diferentes de células madre endodérmico, mesodérmico y ectodérmico, (las tres líneas antes mencionadas) conforme a los resultados obtenidos y la necesidad individual de regeneración orgánica.
El refinado abordaje de terapia celular por el grupo de médicos del Dr. González López contrasta con los métodos de los médicos ucranianos que observé y estudié durante mis visitas a Kiev y kharkov y que fueron adoptados por nosotros en aquellos años, pues se obtenían células directamente de los tejidos del embrión distinguiendo únicamente células hematopoyéticas (de linaje sanguíneo) y neuronales (de linaje nervioso), que eran conservadas en un medio de suspensión de dimetil sulfóxido y conservadas en congelación con nitrógeno líquido. Actualmente El Dr. Alexander Smikodoub de la empresa EM Cell, continúa usando células de aquel orígen.
En mi opinión, las técnicas del Dr. González López no tienen paralelo, al menos con aquellas que conozco y he estudiado de las clínicas de vieja tradición en trasplantes celulares de orígen animal y humano en Europa. He podido leer también la patente internacional del descubrimiento de medios y procedimientos del grupo de médicos mexicanos y es notablemente destacado y sin igual con otros métodos conocidos y usados.
Por último, regresando al tema de la aceptación de este tipo de terapia por los médicos en general, encuentro una gran ignorancia y desinformación. Al sugerir a alguno de mis pacientes la terapia celular con células madre, preguntan a sus médicos tratantes e invariablemente se oponen ó en el mejor de los casos emiten opiniones poco favorables acerca de ese tipo de terapias, que en realidad no halla fundamento más que en el desconocimiento e incapacidad de reconocerlo frente a sus pacientes, trasmitiendo entonces la idea de que el único tratamiento viable y eficaz es el aplicado por ellos.
En 1970 cayó en mis manos un grueso libro de acupuntura editado en Francia. Su autor, el médico Roser de la Puye abría su tratado con la siguiente frase: “La única auténtica Medicina, es la que previene y cura”. Nunca la he olvidado y suelo de vez en vez repetirla a aquellos médicos dispuestos a escuchar.